Los carboneros en Sierra Nevada
No hace tantos años que había en nuestras ciudades y pueblos esos comercios destinados a la venta de carbón, esos carboneros llenos de hollin, rompiendo todo el día trozos de carbón para hacerlos más pequeños, todo para esas cocinas que ahora solo son un recuerdo.
El oficio de carbonero es un oficio extinguido, al menos tal como lo conocíamos en tiempos pretéritos que más vale ni recordar (los que peinamos algunas canas). Un oficio duro que daba escasos beneficios aunque muchas familias sin recursos buscaban en el carbón vegetal una manera de ganar un escaso jornal en invierno ya que el trabajo en esa época sobretodo brillaba por su ausencia sin ayudas sociales de ningún tipo.
Una faena penosa y esforzada que dio subsistencia durante décadas a muchas familias.
Recuerdo la figura del carbonero que a los chiquillos de mi época nos daba un poco de miedo ya que tenían un aspecto fantasmagórico con la cara y las manos negra por el carbón acompañado de un mulo que tiraba de un carro, pero que gozaba de nuestra simpatía, cariño y respeto.
Recuerdo en mi niñez que el carbón vegetal siempre lo hemos relacionado con el frío y la figura del carbonero siempre tiznado de negro con su carro tirado del mulo que vendía carbón y cisco picón de monte, nos impresionaba a los chiquillos.
El carbón era obtenido de las podas más gruesas del árbol con un gran poder calorífico, era utilizado habitualmente para cocinar o en las antiguas copas de cisco con su clásica badila con olor a tomillo y a romero, para calentarse en el brasero, manteniendo el fuego del hogar muy agradable en invierno cuando el riguroso frío apretaba.
También se vendía cisco de orujo que resultaba de la cocción de los ladrillos en las antiguas cantarerías al cocerlos con leña de olivo durante 24 horas y al apagarse quedaba casi un metro de altura del deseado resto vegetal.
El proceso de la elaboración del carbón en el campo era muy laborioso bajo situaciones meteorológicas adversas. Antes de cortar la leña había que limpiar las orillas de la hoya para evitar disgustos con el fuego evitando que el viento fuerte desplazara las ramas encendidas. Posteriormente se acarreaba la leña y las ramas de lentisco se depositaban en la hoya, se prendía fuego y se dejaba a ras de tierra teniendo en cuenta la intensidad del fuego ya que si la cocción era demasiado rápida, el carbón se quemaría. Al finalizar el proceso, el carbón se dejaba enfriar y posteriormente se envasaban en los sacos de plástico o yute, se apilaban hasta completar la carga que después eran cargarlos en los antiguos motocarros o en los borriquillos y mulos para su posterior venta al por menor en las lúgubres “carbonerias” donde una triste luz iluminaba el preciado carbón para aliviarnos el largo invierno que nos servía el lento y sudado carbonero con su saco en la espalda que lo inclina, el pobre carbonero así camina, monumento viviente del trabajo…con las espaldas encorvadas y doloridas para llegar a ser humilde jornalero de tu tajo…
Los carboneros en Sierra Nevada.